Carta para que tu hijo la lea de grande

Hay un momento en que los padres de familia empiezan a sentir que los hijos dejan de ser niños y comienzan a alejarse lentamente de ellos. Hay casos en los que la comunicación es difícil al tiempo que ven como su carácter o su rebeldía los llevan por caminos peligrosos. Ante estos casos, la paciencia para seguirlos aconsejando es necesaria, pero a veces no basta.


Con el tiempo, muchos padres se culpan de lo que sucedió con sus hijos al crecer, principalmente porque no sintieron que tuvieron la oportunidad de transmitirles todos sus consejos y sus experiencias. Para estos casos, una buena idea es escribir una carta para ser abierta en una edad clave, una especie de cápsula del tiempo, como aquella actividad que desarrollan en algunos colegios.

Puedes destinarla para cuando tu hijo cumpla la mayoría de edad, o cuando se gradúe, o cuando se case. Puedes elegir enviarla a tu hijo en un email con fecha programada (Gmail tiene widgets para eso), escribírsela a mano y dársela sellada, o encargársela a una persona de confianza para que se la entregue en un momento determinado.

Nadie sabe si estaremos siempre ahí para ellos, o si nos distanciaremos y la desesperación nos abrume. Una carta como esta puede tener un impacto profundo en tu hijo, en la revaloración de su relación contigo y en los cambios que pueda hacer en su vida luego de haberla leído.

Aquí te presentamos un ejemplo. Es un modelo de carta dedicada por un padre a su hija en pleno ingreso a la pubertad, con quien se le hace difícil comunicarse. La carta está reservada para ser abierta cuando ella cumpla 25 años, es decir, más o menos cuando haya terminado sus estudios.

Modelo de carta para una hija cuando cumpla 25 años


Hola (Nombre), ¿me recuerdas? Soy tu papá. Ese señor al que de muy pequeña le agarrabas la oreja mientras te chupabas el dedo para dormir. Quiero decirte que después de todos estos años podré tener más canas, menos pelo, menos fuerza pero sigo siendo el mismo. Tú lo debes haber experimentado: la esencia no se pierde, lo que cambia es la funda, no el interior.

Soy ese mismo que desde pequeña te repetía (entre muchas otras) la cantaleta de: “no importa lo que tengas afuera, sino lo que sientas dentro”. Te lo repetí pocas veces en realidad y ya casi nada cuando ya entraste a ese torbellino algo adelantado de la pubertad, y ya no podía más que decirte frases cortas pero precisas y enviarte cartas por correo, como esta.

En el momento que te escribo esto no tengo la menor idea de cómo estarás y quien serás a los 25 años, más o menos. Pero no sabes lo mucho que anhelo que luego de que la tormenta de hormonas hayas bajado tus murallas y me haya permitido compartir más de tus problemas y dudas conmigo, me hayas permitido ayudarte sin que me regales un resoplido y un par de hermosos ojos entornados de impaciencia.

Con cada “minisermón“ que te daba (para mi eran consejos) antes de que te dieras media vuelta y me dejes colgado, solo pretendía transmitirte mi experiencia sobre muchas de las cosas que tu vivías entonces. Fue difícil (lo último que queremos escuchar a esa edad es a papá o mamá sobre algo que no nos interesa) pero tal como yo lo había aprendido para entonces, y estoy seguro que tú también ahora que lees estas líneas, papá tenía la razón en mucho de lo que dijo.

Espero que algo de mis advertencias sobre el mundo y sus injusticias te haya servido, que no hayan sido barridas por el viento y el tiempo o por la furia y el hartazgo que ensordece. Que la altanería y la soberbia no se hayan enquistado en tu alma, que puedas sentir empatía por el prójimo, considerarlo tu igual en medio de nuestra diversidad y a pesar de la presión social que nos hace crueles por necesidad de pertenencia grupal.

Que escuches más, que aconsejes a pesar que califiquen tus consejos de sermones, que seas genuínamente feliz y hagas feliz a la gente que te rodea. Que no te dejes dominar ni ultrajar por nadie. Que sepas defenderte, que no sacrifiques tu dignidad por dinero, posición o miedo al qué dirán.

Te escribo así porque, puede que no lo recuerdes, pero la transición de niña a mujer te vino muy pronto, junto con el caos hormonal que acelera los sentidos y radicaliza los sentimientos. Tus ojos y oídos se cerraron a mi justo cuando más necesitabas de mis consejos. Pero eso tú no tenías como saberlo. La experiencia te lo enseñaría, yo lo sabía. Pero mi intención era que por lo menos no te cogiera desprevenida.

Hoy tienes 25 años, más o menos. Yo estaré “apenas“ por los 55. No sé si esté en condiciones de hablarte, si estemos distanciados o alguna desgracia haya enmudecido a alguno de los dos. Pero quiero que sepas que, cuando veas a los ojos de aquel en camino de ser anciano que en algún momento te cargó en sus hombros, te llevo al nido y te recogió del colegio, que se reventó los ojos y la espalda trabajando y que terminó cediendo, a pesar de su oposición, a ese celular, ese mp4, esa tablet o esos maquillajes precoces, esos mismos ojos siempre contendrán a la hija de su vida en lo más profundo de su retina.

Siempre me pregunté si era un papá estricto, insistente, intolerante al ver tu reacción a cada uno de mis intentos por aconsejarte sobre la vida. “Ya lo sé”, era lo primero que brotaba espontáneamente de tus labios y cortaba el espacio en dos. Tal vez mi desesperación por terminar de decirte lo que nunca podía me haya convertido en un ogro para ti en esa época. ¿Lo sigo siendo acaso?

Yo, aquel niño, joven y luego adulto, que buscaba siempre el punto medio entre extremos, la concordancia entre posiciones antagonistas, la camaradería entre amigos, la ensoñación en alguna playa del sur, la contemplación del cielo nocturno antes de dormir apurado, ese mismo joven amante de la natación, de las excursiones, del mar, de la conversación, ¿acaso se convirtió en un viejo gruñón, colérico, enfermo de bilis y cardiopatías, calado por el estrés y aislado del mundo? ¿Acaso me convertí en lo que siempre evite ser?¿Lo que busque evitar que fueran mis hijos al crecer?

Los estados alterados, los nervios crispados, los gritos, los insultos, las discusiones, el racismo, la intolerancia, la crítica permanente y denigrante no estaba tan lejos de nosotros. Son parte de nuestra sociedad y una de las razones por las que hay tanta violencia e injusticia en el mundo. Yo intenté siempre combatir esa influencia y espero no tener que sufrir la tristeza de verte “choleando” a alguien o deseando la desaparición de la mitad de la población de tu país.

¿Llegué a decirte que...





-El dinero no es un fin, solo es un medio. Donde veas exceso, aléjate. Nada bueno trae, solo complicaciones.
- No vivas de las apariencias.
- Ahorra lo que puedas según las circunstancias, pero no dejes de ahorrar.
- Lee, no deje que la pantalla te lo dé todo masticado. No descartes los libros de papel.
- Escucha a tus padres: lo que estás viviendo, o ya lo han vivido ellos o lo han visto.
- Cuando te sientas intolerante: inspira y expira: inhala y exhala. Así tus oídos podrán oír y tu corazón podrá entender.
- El chisme es divertido... hasta que trata de uno mismo.
- No te dejes llevar por tendencias. Los gustos no los impone la mayoría, son personales.
- Será difícil que no consumas alcohol, pero si es posible, evítalo y trata de retrasar tu inicio en esto al máximo. Las mujeres tienen mucho más que perder por beber que los hombres.
- No consumas drogas (marihuana, coca, pasta básica de cocaína, éxtasis, hachis, LSD, etc). Algunas personas prueban una vez por curiosidad y nunca más vuelven a hacerlo. Pero otras ya no pueden dejarlo y la luz de su mente se apaga como una velita, luego de destruir su vida, su familia y terminan viviendo debajo de un puente, sin memoria de quiénes fueron. Tú no sabes si tienes tendencia a la adicción o no. Lo mejor es no tentar al destino. Un futuro feliz y enriquecedor puede ser borrado de golpe por una “probadita”.
- Si tus amigos fuman, se drogan o toman, tú no tienes por qué hacerlo. Si te obligan o te marginan por eso, mantente firme. En un futuro cercano, algunos de ellos te dirán con admiración “quién como tú, que no te dejaste”.
- No permitas que nadie se aproveche de ti ni te toque sin tu consentimiento, deja bien en claro que no lo consentirás.
- No te guardes las cosas. Confíalas solo a quien sabes que no te traicionará.
- Ni el amor ni la amistad son sometimiento. Es una vía de doble sentido. Así como das, recibes.
- No te burles de quien te muestre su amor o su afecto.
- Habrá muchas oportunidades en la vida para los accidentes y los problemas. Trata de preverlos y evitarlos sin importar que te tomen por aguafiestas o miedosa. Algunas señales de alerta son: grupo de amigos y amigas que han bebido mucho, lugares extraños, ajenos, oscuros o de terreno peligroso, distracción, exceso de confianza.
- Antes de hacer lo que digan los demás, mira a tu alrededor, no te dejes apurar y decide por ti misma.
- Antes que tener un buen vestido, viajes o auto, preocúpate por ser solidaria, sociable, tolerante, digna y respetuosa. Y lo más importante: no lo tomes como una tarea, deja que brote de ti. Tú lo tienes, brilla en tus ojos.
- No compitas contra los demás, busca ser mejor que tú misma.
- Ponte a la defensiva con aquellos que buscan dañarte, no con aquellos que te aman.
- No calles el abuso, la violencia. Denúnciala y aléjate. El silencio te garantizará sufrimiento eterno.
- Trata con cariño y respeto a quienes te muestran sincero afecto.
- Es difícil en nuestra sociedad machista encontrar un hombre fiel. No te apresures, tómate tu tiempo. No te dejes engañar por su floro. Una vez que tu corazón elija, no busques someterlo ni dejes que te someta, sé su Pareja.

Solo quiero que sepas, en caso nunca haya logrado decírtelo, que:

Siempre te quise mucho.
Siempre busqué entenderte y buscar una solución juntos.
Me gustaban muchas de tus canciones.
Me entristecía que no quisieras salir a jugar al parque.
Me encantaba que me abraces.
Mi alma saltaba de risa cuando me ponías cara de gato con botas.

Siempre fuiste una niña hermosa, graciosa, risueña, alaraquienta, habladora, coqueta, inteligente, cariñosa. Pero al mismo tiempo impaciente con tu hermano hasta el punto en que él creyó que tú lo odiabas. A pesar de eso él siempre tenía una sonrisa para ti. Te admira. Lo que tu tomas como fastidio, malcriadez o impertinencia es en realidad tu hermano diciéndote “aquí estoy hermanita, quiéreme, tómame en cuenta, escúchame”. Pero vamos, los hermanos son así, se quieren pero al mismo tiempo no soportan verse todos los días. No sabes cómo espero que se lleven hoy igual o mejor que entonces.

Siento que estas líneas nacen del temor. Del temor de que el futuro te presente situaciones en las que algunas de las cosas que no te pude aconsejar te habrían servido mucho para evitarlas. Igual seguiré insistiendo para decírtelas, sin exagerar claro; espero que sea a tiempo.

Ahora lee con atención: si sientes que la vida, la vergüenza, o hasta el más pequeño malentendido te ha llevado a una situación difícil, nunca es tarde para volver a empezar. Aquí tendrás como siempre los brazos y el corazón abiertos. No tendrás que tocar la puerta, siempre estará abierta para ti.

Tu Papá que te ama.
(Nombre y fecha)

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