Pubertad: cómo entendernos más y discutir menos con nuestros hijos

Cuando nuestros hijos llegan a la pubertad, esa delgada línea entre la niñez y la adolescencia, empieza su búsqueda de mayores libertades. Sumergirnos en discusiones cara a cara con ellos para terminar imponiéndonos con un grito no parece la mejor estrategia.


La preadolescencia despierta cambios corporales y hormonales que provocan efectos intensos en tu hijo. Empezará a desafiar tu autoridad y reclamar libertades de las que antes no era consciente. Para manejar lo mejor posible estas situaciones desde que empiezan, es necesario tener algunas cosas claras para que no se salgan de control, creando problemas más graves en vez de resolverlos.


Entiende por lo que pasa

En la pubertad los problemas que parecen simples para nosotros pueden ser un dolor de cabeza y un sufrimiento real para nuestros hijos. Es necesario comprender esto como un proceso de maduración y adaptación. Sentirá malestares y cambios de hábito. Empezará a dormir más y a sentir dolores en un cuerpo que cambia velozmente, mostrando estrés y hartazgo. No lo regañes por quejarse ni le digas perezoso.






No lo subestimes

Tu hijo buscará más momentos para estar solo y su lugar favorito para hacerlo será su habitaciónRespeta su espacio y tiempo a solas; tiene mucho que pensar y hablar consigo mismo. Déjalo que viva su independencia y recíbelo cuando busque tu ayuda. No menosprecies sus puntos de vista sólo por ser tu hijo. El hecho que los tenga debe ser motivo de orgullo.


Argumentos con firmeza

Seamos coherentes a la hora de explicar nuestras razones frente a nuestro hijo preadolescente. Es común usar razones parecidas para temas totalmente opuestos, contradicciones que tu hijo notará como una injusticia y una prepotencia ante la cual se rebelará. Si tu hijo mantiene una actitud retadora y la tuya es una causa justa, mantente en tu posición y sugiere retomar la conversación después. Tu hijo entenderá que en adelante deberá mostrarse más conciliador si quiere lograr algo.


Sanciones

Cuando se hagan necesarios, los castigos deberán ser proporcionales a la falta y nunca físicos ni degradantes. Esto a pesar de cuánto nos pueda provocar una actitud retadora de nuestro hijo. La lección es que todo lo que hagamos o decidamos tiene una consecuencia. Si es necesario prohibirle algo, explícale siempre por qué lo haces, sin recurrir al autoritarismo. Así también dejarás en tu hijo la huella de la conciliación y el respeto como norma de socialización.


Imagen: James Vaughan en Flickr

Comentarios