Premiar y castigar a un niño es parte de su educación y crianza. Sin embargo, como ya lo hemos explicado en otro artículo, la mesura es vital para no exagerar y producir un daño irreversible, en ambos casos.
Por eso, para aplicar castigos y premios en el aula hay que conocer los límites y reglas, pero no basta con eso; también es necesario considerarlos dentro de un contexto más amplio, que es el sistema educativo general.
En cuanto a las condiciones para aplicar un castigo o un premio de manera adecuada, estas son algunas de ellas:
- No debe originarse por mal humor o una opinión personal tuya.
- Debe ser proporcional y eficaz.
- Debe adaptarse a las posibilidades del niño.
- Debe ser claro el motivo de por qué se castiga.
- Sin humillaciones ni sadismo.
- Darlo en el momento apropiado, oportuno e inmediato.
- De manera respetuosa, sin gritos.
- Por etapas. Si basta a la primera, suficiente.
- Darlos de manera discreta.
- Debe ser consentido y aceptado por el alumno.
En cuanto al contexto, se debe tomar en cuenta otros temas, como los siguientes:
- Problemas de carácter: el niño mentiroso, tímido o nervioso.
- Problemas de adaptación social: el retraído, el hablador, el hijo único, el amigo de todos, el que no tiene amigos.
- Problemas de estudio: el estudioso, el flojo, el poco inteligente, el de mala memoria.
- Problemas biológicos: el discapacitado, el portador de una enfermedad congénita.
"Limpia lo que ensuciaste a propósito", como castigo. |
Teniendo en cuenta el marco completo, se estarán aplicando castigos y premios de manera que sean un procedimiento formativo provechoso para desarrollo humano del niño. En este sentido no son convenientes ni los castigos físicos ni los premios onerosos.
Fuente: "¿Y qué opina el educador sobre los premios y castigos?". En: Maestros y Padres. Centro de Proyección Cristiana. N° 10. Pág. 38 a 40. Año 1993.
Imágenes: LittleInspirations, MommyPearls.
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