Cuentos infantiles sobre la autoestima: Hiro, el trompito de madera

Hace muchos muchos años, en cierto pueblo del Este había una linda tienda de juguetes de madera. En ella una hermosa colección de artesanías talladas en madera adornaban los escaparates. Aviones, marionetas y coches; cubos, caballitos y trenes para armar embellecían con sus diseños y colores la pequeña tiendecita, impregnada del suave aroma de la madera.


La tienda tenía la colección de trompos o peonzas más grande que se pueda imaginar. Y en el rincocito más oscuro de una repisa estaba Hiro, el más pequeño de todos.

Hiro era un hermoso trompito. Se decía que sus formas habían sido talladas con mucha ternura y esmero por un misterioso artesano oriental. Sus bordes estaban perfectamente lijados, barnizados y tan suaves como la cáscara de un durazno. Hiro estaba pintado con líneas verdes, azules y rojas de manera que al girar los colores se mezclaban produciendo un encendido tono morado.

Pero los otros trompos se burlaban mucho de Hiro.

- Míralo ahí, siempre escondido de todo. Qué desperdicio! - decían algunos.

- Es tan pequeñín que nadie lo va a notar!  - decían otros.

Hiro se entristecía mucho al oírlos hablarle de esa manera. No entendía por qué le decían esas cosas si él nunca les había deseado ningún mal.

Un buen día, cuando el Sol ya alegraba las calles del pueblo desde muy temprano, por el frente de la juguetería paso un niño con su abuelo. Al ver los juguetes de madera tallada en la vitrina empezó a saltar de alegría, pidiéndole a su abuelo entrar a verlos.

Lo primero que hizo el niño una vez dentro fue correr hacia la vitrina de los trompos. Habían tantos que no podía decidirse por ninguno.


Los trompos por su parte intentaban mostrar su mejor ángulo al pequeño. Se esforzaban por hacer relucir sus puntas de metal, deslizar sus cuerdas alrededor o girar para que el barniz brille con el reflejo del día.





El niño observaba uno por uno.

- Este es muy grande y pesado, me puedo golpear; este es demasiado delgado y no girará mucho tiempo; este otro no está bien limado...

Finalmente, descubrió a Hiro. Al principio no lo vio pero al  acostumbrarse a la oscuridad de aquel rincón, su carita se iluminó de alegría.

-Este; quiero este, abuelito!

Los otro trompos no podían creerlo: ¡había elegido a Hiro, el trompito más pequeño e insignificante de todos!

- Es pequeño, así que podré usarlo con mis manitas sin problemas - le explica el niño a su abuelito. - Es redondito, así que girará muchísimo más rápido que todos los de mis amigos. Y sus colores son muy lindos. Me lo llevo, "Abue"!

Hiro tampoco podía creerlo. ¡Aquel hermoso niño lo había elegido a él!. Sintió que una agradable sensación crecía en su interior y por primera vez se sintió feliz, muy feliz de ser él mismo.

Hiro y el niño no se separaron desde entonces. Iban juntos al colegio, a las fiestas y paseos. Y cuando el niño creció, sus hijos también recibieron a Hiro con alegría.

Por eso, si te sientes triste y no te gusta algo de ti, siempre habrá una salida. Descubrirás tu gran valor en los giros que da la vida.

FIN.



Imágenes: Pantagruel, Mari Huertas vía Artelista, LaCasaVictoriana.

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