Los niños y el sexo: ¿Mamá, quieres ser mi esposa?

A la edad de tres años el niño ya sabe diferenciar entre hombre y mujer, entre papá y mamá, entre niño y niña. Y además conoce y reconoce su propio sexo.


Con el tiempo ha venido descubriendo que ambos extremos tiene formas diferenciadas de vestirse, hablar, caminar y comportarse. También ha percibido y aprendido que tiene diferentes formas de orinar y es ahí donde ha confirmado la más importante diferencia entre los sexos.

Por cosas de la vida, y ante el desconcierto y la incomodidad de los padres, este conocimiento viene de la mano con la etapa de las preguntas inacabables. 


El niño preguntará todo sobre sexo, los niños, los hombres y las mujeres, los órganos sexuales, la maternidad, con la más despreocupada naturalidad que le otorga su inocencia.

Los papás suelen sentirse acorralados y, si no se preparan convenientemente para esta etapa de "interrogatorios", la situación se tornará aun más embarazosa. 


No es necesario alarmarse, las preguntas que formula el niño sólo requieren una respuesta superficial, no hay mayor necesidad de profundizar tanto en el asunto, pero si decir las cosas como son y utilizar palabras que tengan sentido para él.






Las relaciones de padre a hijo también sufren un cambio por el descubrimiento de la sexualidad. Se inicia la fase edípica (o "eléctrica" si es niña) en la cual el pequeño se percata de su soledad frente a la pareja papá-mamá. 


Entonces, cuando los padres lo ven imponerse, desde su punto de vista está buscando un balance, ensayando aproximaciones al progenitor del sexo opuesto. Para ello adoptará todos los gestos, maneras y comportamiento propio del padre, en el caso que sea niño o de la madre, en el caso que sea niña.

Se comienzan a ver entonces una serie de eventos competitivos a escala, en los cuales la niña asume roles de la madre y el niño los del padre. Esto no tiene nada de malo cuando se los ve hablar de manera exagerada o aparecen de repente con la corbata de papá. Es además una afirmación de virilidad y femineidad, según el caso. 


Pero en todos los casos hay extremos y el ver, por ejemplo, a una niña de apenas tres años -o un poquito más- maquillada y vestida como mujer, puede parecer ridículo, es bueno que los niño se identifiquen con los padres, pero dejándolos libres de expresarlo a su manera.

El éxito de esta fase estará basado en cuánto aman y admiran los niños a sus padres. Si han sido tratados de manera inadecuada, las imágenes de sus padres como referentes se difuminarán y la confusión podría influir negativamente en su personalidad de manera permanente.

Foto: Univision.com

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