Poesía para niños: las cuatro estaciones del año

Son cuatro poemas -uno por estación- los que hemos elegido por su belleza y su riqueza expresiva en imágenes y sentimientos. Sin embargo, ya sea por su longitud o por alguno que otro término, podrías considerar utilizar sólo algunas de sus estrofas, antes que reemplazar determinadas palabras. Si decides hacerlo así, cuida siempre que no se rompa o altere el hilo de la historia que se cuenta, ni el ritmo del poema.


A una margarita (Primavera)

Fresca copa de rocío,
nuncio de la primavera
que sonríes la primera
de las flores del jardín.
Con tu cándido atavío
hecho de sol y de luna
pródiga como ninguna
en brindarnos flores mil.

A la lluvia, al sol y al viento
tu alba frente descubierta
como un alma siempre abierta
que no esquiva sensación;
si no es bálsamo tu aliento
que los sentidos marea
goza el alma y se recrea
con tu pureza y vigor.

Nunca afanes ni desvelos
exigiste, flor de estrella;
tan humilde como bella, poco pides, mucho das.
bajo el palio de los cielos,
sol ardiente y agua pura,
al sostén de tu hermosura,
milagrosos, bastarán.

Generosa a las abejas
que liban tu gualdo seno
les das néctar, dulce y bueno
para hacer la rubia miel.
Y sabrás morir sin quejas
cuando crueles manecitas
pretendan en tus hojitas
sus destinos conocer.

No en jardines admirados
te prodigues, "margarita";
tu hermosura necesita
modestia para brillar.
de los huertos ignorados,
de la rústica vivienda,
sé el encanto, flor-leyenda:
tu pureza ganará.

Autora: María Morrison de Parker


Himno al Sol (Verano)

¡Oh, Sol! ¡Alumbra! ¡Brilla! ¡Refulge! ¡Yo te adoro!
Todo es en ti ideal.
Tu oro es el único tesoro
que no aconseja nunca el mal.

Tu que enjugas el llanto del musgo y de la rosa;
tú que -al brillar- transformas en viva mariposa
el cáliz muerto de una flor,
cuando por los embates del viento desprendidas,
las hojas del almendro -como esperanzas idas-
cubren el alto mirador.





Yo te bendigo, Sol. ¡Por ti la fuente clama,
por ti tienen los árboles un resplandor de llama
y el mar un corazón!
Tú por el aire esparces el alma de las rosas,
yo te amo, ¡oh, Sol!, pues sin tu luz, las cosas
sólo serían... lo que son.

Autor: Edmundo Rostand


La Hoja (Otoño)

De la materna rama desprendida,
¿adónde vas perdida,
hoja marchita y seca? -No lo sé:
el fuerte roble que me dio la vida
murió, y suelta quedé.

Voy, desde aquel momento,
adonde quiera conducirme el viento,
blanda brisa o indómito aquilón;
juguetes de su aliento
todos mis vuelos son.

Voy en fugaz carrera
del bosque a la pradera,
subo al monte empinado, y sin cesar
desciendo la rápida ladera,
por el llano otra vez vuelvo a rodar.

Sin quejas enojosas
a mi destino fiel,
yo voy adonde van todas las cosas,
adonde van las hojas de las rosas,
adonde van las hojas del laurel.

Autor: Antoine-Vincent Arnault


Blanca Nieve (Invierno)

Anda en los huertos, descalza y sin ropa,
En la alborada temblando de frío,
La princesa cogiendo rocío
Entre sus manos en forma de copa.

Viste una tela que vale un tesoro,
Y en el fulgente sopor de la siesta
Va a perseguir por la verde floresta
las mariposas de luz y oro.

Entre esculturas de mármol y plata,
Todas las noches su albor se retrata
En el blancor de la clara laguna
Y, como rosas de níveos rosales,
Va recogiendo brazadas de luna
En la blancura de los delantales.

Autor: Francisco Villaespesa


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