El Niño que Discute Mucho

Los discutidores suelen ser personas inseguras, por lo que sienten la necesidad de buscar conflicto continuamente. Al mismo tiempo, la discusión es una forma dinámica de liberarse de sentimientos molestos de agresividad en los niños.
Esto también compensa su incertidumbre o inseguridad vital. Los niños que discuten mucho pueden ser víctimas de alguna inseguridad interior. 

Los papás y otros adultos que se pasan la vida llevándoles la contraria y diciéndoles que no tienen la razón pierden el tiempo, además de empeorar las cosas, ignorando que lo más importante no es el tema de discusión, sino el buscar las causas que llevan al niño a discutirlo todo en todo momento.

Los niños que se sienten escuchados no discuten casi nunca. Los que se sienten aceptados no gritan para que se les oiga. Los que ya triunfan en casi todo, no les angustia cada día una nueva victoria. 


Los tímidos, los que sufren, los incomprendidos, los desaprobados, los que no logran expresarse bien, los que se sienten pequeños y poca cosa, son precisamente los que discuten más y más violentamente porque saben muy bien que quizá no tengan razón en lo que dicen, pero sí en lo que sufren o pretenden dar a entender.





Algunos papás nos la pasamos rebatiéndole sus argumentos con nuestra experiencia y hasta con la de otras "autoridades en la materia", para demostrarle que esta equivocado, sin ocuparnos de descubir por qué es que discute. 


Como maestras y como padres de familia debemos ver (y oir) más allá: Qué le preocupa, bloquea, amenaza o produce malos recuerdos; qué le hace levantar sus defensas, qué quiere comunicar, o qué quiere conseguir.

La clave es saber ponernos en su lugar. Es la mejor táctica para aprender a discutir bien. Un camino adecuado para distinguir qué hay de idea y qué hay de sentimiento en cada palabra discutida. 


Seguramente todo aquello que le provoca generar discusión carga tanto de emoción lo que se discute que no deja ver con claridad que es lo que en verdad se está diciendo. 

Aceptar la discusión de un niño es entenderle a él y no fijarse tanto en las palabras ni en los gestos, que al final se los lleva el viento. Así su autoconfianza y seguridad en sí mismo serán fortalecidas.

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